Quienes somos curiosos por naturaleza, solemos fijarnos en pequeños detalles y buscar su significado. Eso me pasó cuando, estudiando historia del mundo para un trabajo del colegio, descubrí esta imagen:
Es una pintura que representa una de las reuniones entre los padres fundadores de los Estados Unidos. Aunque lo importante de la escena es que están debatiendo los términos de la declaración de Independencia, a mí me llamó la atención que Benjamin Franklin y Thomas Jefferson aparecieran sentados en unas sillas muy parecidas a las que mi abuela solía tener en la cocina. Investigando la descubrí y me enamoré de su historia.
La silla Windsor ha formado parte de casas de aristócratas, de reyes y de gente como tú y como yo durante cientos de años. Incluso hay quienes llegaron a llamarla “la silla democrática”. ¿Quieres saber un poco más?
Fue a principios del siglo XVIII cuando artesanos de la ciudad de Windsor, en el Reino Unido, le dieron forma a la primera de estas sillas. Cada uno elaboraba una de las piezas que componían la silla: uno labraba el asiento, que era una pieza maciza con una sutil inclinación hacia el suelo en la parte de atrás, que se vaciaba a mano. Otro se encargaba de curvar maderas utilizando vapor para darle forma al respaldo, en forma de arco (bow-back) o de abanico (fan-back). Después todas las piezas se ensamblaban y se pintaban de colores oscuros, normalmente verde o negro, para disimular las diferencias entre los tonos y las vetas de las maderas utilizadas por cada uno.
La intención era que la silla sirviera como mobiliario de exteriores para casas rústicas. De hecho la bautizaron inicialmente como Forest Chair, o silla del bosque. Sin embargo, cuentan que el rey Jorge II quedó encantado con su comodidad y diseño después de utilizar una de ellas en una cacería, así que mandó a fabricar unas cuantas para el jardín de su palacio. Debido a eso fueron rebautizadas como sillas Windsor y empezaron a ganar espacio en el interior, en bibliotecas y salitas.
Después, alrededor de 1730, los colonos ingleses se las llevaron a Norteamérica, donde las sillas Windsor conservaron su nombre, pero simplificaron un poco sus formas y abarataron sus precios. Además de las sillas, de las que surgieron muchas variaciones, también se fabricaron otros muebles inspirados en el mismo diseño.
Tras unos años de olvido, a la sombra de otros diseños más modernos y sofisticados, las Windsor volvieron a resurgir tras la Segunda Gran Guerra, cuando la junta de gobierno pidió una producción de 100.000 sillas low-cost. Lucian Ercolani perfeccionó entonces el diseño de las clásicas sillas Windsor para poder producirlas en masa y con madera de olmo.
No parece una exageración decir que las sillas Windsor son transversales y atemporales. Hoy las encontramos en colores entretenidos y alegres, que encajan perfectamente en terrazas o patios, como en sus orígenes, pero también en cocinas o lugares de trabajo.
¿Quieres sumarte a la historia? ¡Ven a Homy a por tu silla Windsor y elige el color que más te guste para estrenar esta primavera!
Comentarios