Cada vez más vemos una apuesta generalizada por derribar muros y abrir los espacios. Parece que la tendencia es que solo queden las piezas y los baños como espacios con puertas, privados.
Sin embargo, es bastante probable que muchos de ustedes aún no vivan en un departamento full abierto y adaptado a esta nueva distribución integradora. Tal vez incluso ni siquiera les guste esta idea y prefiera la composición más tradicional, con su cocina independiente (que es como hoy estamos llamando a las que aún conservan sus cuatro muros), su recibidor y su pasillo.
Estas dos últimas áreas, son más conocidas como “lugares de paso” o, como yo los llamo, la “tierra de nadie” en la casa. Y es que son espacios a los que casi nadie presta atención.
Sin embargo, son el hilo conductor, el nexo que une todo lo demás y que hace que el conjunto tenga sentido (o no). Por eso propongo sacar estos espacios del anonimato y darles el lugar que merecen ¡No podemos permitir que sigan siendo lugares olvidados!
Para conseguir que el tránsito de una pieza a otra sea fluido, lo más importante es conectar estéticamente los ambientes, entregar calidez y buscar luminosidad, profundidad y personalidad. Éstas son mis herramientas infalibles para conseguirlo: las alfombras, las lámparas y los espejos y marcos, que visten el piso, los muros y el cielo sin ocupar mucho espacio físico o visual.
Recibidor
Es la carta de presentación, la bienvenida, la primera impresión de tu casa para alguien que viene de nuevas, y también el espacio que saluda y despide cada día.
Apuesten por multiplicar la luz. Si tienen ventanas cerca asegúrense de potenciarlas. Si no, pueden usar lamparitas de pie o sobre mesa para acompañar a la del cielo.
Me encanta sorprender con algún mueble o adorno que llame la atención y que hable de quien vive ahí. Yo, por ejemplo, tengo en mi recibidor una máquina de coser antigua, que pertenecía a mi tía abuela y que aún tiene enhebrado en la aguja el último hilo que ella colocó. También tengo un mueble radio y encima de él, una máquina de escribir clásica que pertenecían a los abuelos de mi marido. Estos tres elementos vintage tienen un gran valor sentimental, pero además son un tremendo aporte estético y personal.
Aquí les voy a hacer una sugerencia: sé que es muy típico instalar en el recibidor un perchero y/o un paragüero. Suele ocurrir que el perchero acaba lleno de abrigos y bufandas, bolsas, correas del perro y demás… en resumen ¡se cae abajo! Recuerden que es importante mantener el orden, por eso, para mi, siempre es mejor reservar el perchero para los objetos pequeños y guardar todos los enseres grandes en armarios y dejar el recibidor lo más despejado posible.
Pasillos
Aunque parece que están destinados a desaparecer, yo soy de las que aún les encuentra la magia, porque vertebran y conectan, dándole un toque de misterio y un plus de privacidad a las casas. Además son una forma perfecta de hacer transición de la decoración de una pieza a la otra.
Suelen ser estrechos, por eso el consejo acá es obvio: no sobrecargarlos con muchos elementos para evitar que obstruyan el paso. Si el pasillo es un poco más ancho sí pueden aprovechar para colocar, por ejemplo, una librería con poco fondo, algún arrimo o mueble que ayude a vestirlo.
También tienen fama de ser oscuros, por eso la clave es la iluminación. Los focos orientados son perfectos para estos casos, y, si dan los metros para instalar un arrimo, se pueden complementar con una (o varias) lamparitas de mesa.
¡Olviden el temido efecto túnel y apuesta por un pasillo luminoso y personal!
Cada casa es un pequeño mundo, con sus peculiaridades (y las de quienes la habitan), por eso, además de estos dos lugares de paso, que son los más habituales, pueden aparecer otros, como escaleras, distribuidores o espacios muertos que también se pueden trabajar. Lo importante es conseguir fluidez y continuidad para que la casa se sienta como un conjunto completo, con personalidad y orden.
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