Convengamos que el dorado es un color elegante y glamoroso. Durante algunos años estuvo relegado al olvido, pues resultaba algo ostentoso en decoración, tal vez porque recordaba al recargo excesivo del barroco. Sin embargo, en los últimos tiempos ha vuelto a surgir, y no solo como tendencia. Se ha convertido casi en un básico, que aporta brillo y luminosidad, perfecto para crear espacios cálidos en cualquier estilo decorativo.
Y es que ¿quién no tiene algún detalle dorado en casa? Es un complemento perfecto para los tonos neutros, como la gama de los tierra y blancos, pero combinado con colores más oscuros y densos, como el negro o azul marino consigue un aire refinado y moderno bastante sofisticado.
Eso sí, el dorado hay que saber graduarlo. En grandes dosis puede abrumar y, tal vez, resultar en ese efecto del que se huyó en el pasado, cuando el color oro se relacionaba solo con el lujo y el clasicismo. Pero lo cierto es que, en su justa medida, puede combinar muy bien con todos los colores.
Te recomiendo que empieces con pequeños detalles si es que tienes poco espacio, para que el resultado final no se sienta recargado o excesivo. Una idea que me encanta es mezclar dorado con distintos acabados: mate, brillo, envejecido… este contraste queda muy natural.
Si tienes algunos metros más, o mucha luz natural, puedes atreverte con piezas decorativas más grandes, como un mueble o, incluso, pintando o empapelando un muro. Materiales naturales, como madera, yute o lino te ayudarán a alivianar el espacio y quitarle seriedad.
Aquí tienes algunas ideas para aplicar dorado de menos a más. Y recuerda, lo más importante es buscar el equilibrio:
En espejos, marcos y lámparas
En adornos y textiles
En mesas y sillas
En papel mural
El dorado es un aliado excepcional a la hora de vestir tus mesas, especialmente en celebraciones importantes, como Navidad. Esta temporada son un must las cuberterías doradas, y los vasos y copas con algún detalle metalizado.
¿Te unes a la fiebre del dorado?
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