Alfombras hay de muchos tipos, pero reconozcámoslo, como una alfombra oriental no hay nada. Ya hablamos en un post de muebles atemporales y la alfombra persa es sin duda uno de ellos. Nunca pasan de moda y además con el paso de los años se hacen más valiosas, por eso en muchos casos resulta más caro hacerse con una alfombra antigua bien conservada que con una nueva.
Son piezas de arte con alma, que cuentan la historia de las manos que ataron cada uno de sus nudos y que ven pasar generaciones, ya sea en el piso o en el muro.
Alfombra, joya atemporal
La palabra, para quienes quieran saber, viene del árabe al-jumbra y el oficio de tejer hunde sus raíces en distintos territorios de Asia Central; Turquía, Pakistán, Afganistán, Irán, Iraq, India… En cada región se desarrollaron distintos patrones y formas de anudar características.
Aunque las más conocidas y valoradas son las alfombras persas, porque se tejen con un tipo de nudo llamado asimétrico que permite realizar diseños más complejos y con mayor definición.
Las turcas, en cambio, se caracterizan por estar tejidas con nudo simétrico, con el que se consiguen patrones geométricos.
La fabricación de alfombras, que se mecanizó con la industrialización, sigue sin embargo teniendo mucho más valor si se hace de forma artesanal y utilizando los materiales tradicionales, que son básicamente tres: lana, seda y algodón. Como materia prima oriental también destaca el yute, considerado por muchos la fibra de oro de Bangladesh.
En el mundo árabe las alfombras son, desde siempre, un elemento de uso cotidiano y tienen diversas aplicaciones como rezar o sentarse a comer. Llegaron a Europa en el Siglo X, pero su uso se popularizó en el XVIII como elementos decorativos y hoy siguen teniendo un gran valor estético y artístico en la decoración.
Una casa con alfombras parece mucho más cálida y vestida, ¿no te parece? Para sacarles todo el partido y conseguir que luzcan como deben es importante saber cómo colocarlas.
Aquí tienes una pequeña guía práctica:
Kilim, arte nómada
Para los nómadas ya desde antaño las alfombras son indispensables para cubrir el piso de sus tiendas y servir de aislante. Fueron precisamente ellos quienes empezaron a tejer los Kilim, mucho más ligeros y aislantes de temperaturas y arena.
A pesar de eso se suele considerar que los Kilim son de una categoría menor a las alfombras, porque el proceso de tejido es mucho más sencillo: un Kilim se teje hilando una trama de hilos horizontales y verticales, mientras que para tejer una alfombra se intercalan filas de nudos en esa trama.
Esos nudos son los que le dan a la alfombra ese acabado peludo y su ausencia hace al Kilim menos resistente y duradero, tanto que resulta casi imposible encontrar Kilims de más de cien años.
Sin embargo los Kilims están hoy más de moda que nunca, porque aportan un aire fresco y desenfadado, que los hacen indispensables en el look Boho. Sus diseños geométricos que, generalmente, se tejen sin un patrón previo, hacen de cada Kilim una pieza única, espontánea e irrepetible.
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