Cuando pienso en decorar con maniquíes, a primera vibra que me viene es un espacio romántico y algo vintage. Será porque los maniquíes tienen ese aire melancólico y decadente que recuerda a los tiempos de costuras a mano y a esos talleres antiguos en los que hacían magia para convertir una prenda ya desgastada en una completamente nueva.
De un tiempo a esta parte, los maniquíes -que ya se usan poco para coser- se han incorporado a los accesorios de decoración, y te los encuentras en casi cualquier espacio, desde el living, hasta los baños… ¡incluso en espacios de trabajo!
Aunque claramente donde ganan más prestancia es en las piezas.
Puede que de entrada te dé un poco de pereza meter “una persona” más en tu casa, sobre todo si tienes pocos metros, pero lo cierto es que los maniquíes pueden ser súper útiles y versátiles. Además, a pesar de su romanticismo y femineidad intrínseca, pueden mimetizarse con distintos estilos para tomar la personalidad que tú les quieras dar.
Empecemos por lo básico y evidente: un rinconcito vintage chic. En tu maniquí puedes poner tus collares, tus broches e incluso tus sombreros y tocados.
En un espacio minimalista no necesitas nada. Tu maniquí desnudo será suficiente para conseguir el efecto. Si lo tienes en tu pieza, puedes utilizarlo para dejar tu ropa al final del día o preparar la del día siguiente.
Para instalar un maniquí en un espacio un poco más moderno y vivo, elige los coloridos o estampados.
Y bueno, si no tienes espacio suficiente o aún no te termina de seducir la idea del maniquí de tamaño natural, siempre puedes empezar por una opción más discreta: un maniquí en miniatura, para poner sobre tu tocador o tu cómoda y tener bien ordenados tus aros y collares.
Para ideas más alocadas, aquí tienes algo de inspiración:
¿En qué espacio instalarías el tuyo?
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