Quiero compartir algo que me ha ocurrido recientemente y que me ha inspirado para escribir este post, porque la verdad, ha sido toda una revelación.
Hace muy pocos días llegó a mis manos una camarera de bronce y vidrio que perteneció a la familia de mi papá. Debe tener, al menos, 100 años. Es una de esas maravillas que, para los que amamos la decoración, son un tesoro que celebramos como si nos hubiera tocado la lotería, aunque para otros no sea más que un trasto viejo. Lo primero que pensé fue “¿Dónde meto esto? ¡No tengo sitio en casa!”, pero mi flechazo fue tal que la metí en el auto como pude y me la llevé.
Una vez en casa, con una buena limpieza de los vidrios, una apretadita de tuercas y un poco de engrase en las ruedas, la camarera lucía aún más hermosa y flamante. Tenía que encontrarle un hueco, pero no uno cualquiera. Tenía que lucir. Desde ese día sería una de las estrellas de mi living.
Así que empecé a analizar los elementos de mi living. Qué tengo, qué es indispensable, qué puedo cambiar de pieza, qué debe quedarse donde está. Con ayuda de mi marido empezamos a mover muebles y a reubicar adornos.
Al final, me senté en mi butaca favorita y miré mi nuevo living, que lucía como nuevo, casi con los mismos elementos que tenía antes. Marie Kondo dice que cuando ordenas tus cosas para deshacerte de algunas tienes que pararte un rato a tocarlas y observar qué te transmiten. En este proceso me ha ocurrido algo que se asocia a este técnica. Me he vuelto a enamorar de cada uno de mis muebles y he redescubierto el valor sentimental de algunos adornos. Y ha sido entonces cuando me he dado cuenta de que no hace falta desembolsar grandes sumas de dinero para renovar una pieza, o incluso toda tu casa.
Es tan sencillo como hacer un gran cambio de distribución. Y es que nos acostumbramos muy pronto a la rutina y de pronto dejamos de ver las cosas, aunque las tengamos delante. Así, esa butaquita que un día te flechó en Homy o esa cajita que rescataste de casa de tu abuelita se vuelven invisibles como consecuencia de la repetición, de la exposición inmóvil y constante.
Tal vez te parezca loco lo que estoy diciendo, pero pruébalo. El inicio del año es el momento perfecto para hacer cambios, para empezar nuevas aficiones o rutinas, también para renovar los espacios en los que más tiempo pasas o en los que descansas.
Verás cómo moviendo las cosas de lugar, los objetos y muebles recobran su magia. No tienes por qué cambiarlo absolutamente todo. Planifica un poco y después ve moviendo y redistribuyendo… ¡Será como volver a decorar tu departamento! Tal vez con el nuevo look, algunos textiles te pidan un cambio, o encuentres un hueco para esa lámpara de pie que viste y no sabías dónde instalar ¿te atreves?
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