Seguro que alguna vez has escuchado decir que “menos es más”. Pues por si no lo sabías, es una máxima del minimalismo, un movimiento que durante la década de los ’60 reaccionaba a los excesos del pop art con sobriedad geométrica.
Esta idea de reducirse hasta lo fundamental ha vuelto con fuerza, reconvertida ahora en filosofía de vida.
Muy en la línea de las enseñanzas de la experta en orden Marie Kondo, este nuevo minimalismo va mucho más allá de lo estético, ya que busca la practicidad para alcanzar una vida más relajada.
El secreto está en el desapego de las cosas materiales y en la premisa de que todo lo que conservamos debe tener una utilidad, un propósito, un por qué. Así, lo que no se usa se tira o se regala y lo que está viejo, roto o desgastado se sustituye. Porque el objetivo no es tener mucho, sino vivir con lo fundamental. Así además nos quedamos con menos cosas que cuidar y podemos dedicar más tiempo a nosotros mismos o a los demás.
Esta filosofía tiene un claro impacto en cómo nos vestimos y también en cómo decoramos. El resultado es un minimalismo mucho más profundo y consciente, que hunde sus raíces en aquellos años ’60 y se sigue nutriendo de los elementos que lo hicieron tan característico:
Colores puros
El blanco fue la gran estrella del movimiento minimalista de antes, y sigue siéndolo en su resurgir.
El color blanco refleja la luz, hace que los espacios se vean más diáfanos, pero también crea una inconsciente necesidad de pulcritud. Una sensación casi quirúrgica, que invita a no adornar de más, a no “pintar” de más y a no ensuciar de más.
Aunque usa el blanco como base y preferencia, también se apoya en otros colores para enfatizar, siempre y cuando sean puros. En el minimalismo no son bienvenidas las mezclas atrevidas.
Geometría simples
Y es que toda su filosofía se centra en la sencillez, por eso no hay mejor referencia estética que la geometría
Formas simples, puras, que se combinan entre sí y juegan tal vez con sus volúmenes para crear impacto. Pero nada más.
Estructuras ligeras
Es la propia geometría la que inspira las estructuras de los muebles y los adornos.
Así como en la arquitectura y diseño de los años ’60, las estructuras quedan reducidas a los elementos esenciales. Se sienten casi desnudas, sin pretensiones ni florituras en el simplismo de sus casi siempre metálicas líneas rectas.
Hay una gran apuesta también por el vidrio, que como material etéreo y translúcido ofrece utilidad sin acaparar espacio visual y dejando fluir la luz para que el blanco conserve su protagonismo y esplendor.
Tejidos naturales
Casi la única conexión entre estos looks y la naturaleza son los tejidos. El lino, el algodón, las lanas… son los encargados de darle calidez a los metales y a los blancos.
La suma de estos elementos resulta en espacios nítidos en los que siempre destacan el orden y la sencillez.
Te invitamos a probar la decoración minimalista en algún espacio de tu casa. ¿Qué tal con el escritorio? Y luego nos cuentas cómo queda.
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